viernes, 25 de abril de 2008

Crisis

Constato que, afortunadamente, la raza humana es capaz de crear humor utilizando herramientas algo menos toscas de las que vemos por aquí casi en exclusiva. Aquí no aparecen palabros raros, ni cotilleos, ni referencias escatológicas, ni blasfemias, ni escupitajos ni estupideces. Estamos, no a veinticinco años de distancia, sino a unos cuantos años luz quizá.

Respiro...

miércoles, 16 de abril de 2008

Animalitos


Somos animales, en ocasiones racionales. También somos vegetales, respiramos como las plantas y tomamos cosas del suelo para procesarlas. Vivimos rodeados, inmersos en un globo de vida, en un planeta multicolor y enmarañado, del que asoman pezuñas, pétalos, pestañas, ojos, ramaje, rocas, tierra... Tierra, nuestra madre tierra. Nuestra tierra es la madre, sin ninguna duda, una madre redonda y tetona, una madre ubicua e inabarcable que nos lleva cobijando siglos porque somos sus hijos. Sus hijos la adoran y la violan a un tiempo, la acarician y le clavan aguijones simultáneamente.

Ante la maquinaria metálica de los seres humanos de nada vale oponer argumentos. Porque la maquinaria humana somos nosotros, somos todos, y no podemos arrancar una parte de nosotros como si tal cosa. Los hechos tampoco sirven de mucho, a la vista está. Tras siglos de humanidad, la práctica totalidad del planeta ha sido reconvertido en algo asimilable, antropomorfo, lo cual nos tranquiliza en parte. Y seguimos con el proceso de domesticación, a marchas forzadas en los últimos años. Esta domesticación es la propia domesticación humana, y tampoco sirve de nada oponerse a ella, pues es parte de nosotros.

Hay, sin embargo, una fisura, una rendija de luz por la que quizá se encuentre la salvación. No es de índole práctica, ni técnica, ni racional. Es el sentido estético de afinidad con la naturaleza que llevamos incorporado junto a los demás, y que tiene mucho de visual, pero no es solo visual. Tengo esperanzas en él porque está presente incluso en las personas más tercas y obcecadas. Es el sentido que nos hace recular cuando, al cruzar un puente sobre el Rin, vemos los peces flotando en el agua; que nos obliga a mirar hacia otro lado cuando contemplamos el somier y los plásticos a modo de puerta en un huerto; que hace brotar en nosotros ese inequívoco sentimiento de atracción cuando, aterrados, vemos una pantera nebulosa cruzar la calle atestada de vehículos. Es, en suma, el que nos proporciona una inexplicable felicidad en los momentos de acercamiento a nuestra tierra y a sus habitantes.

Tengo fe en él porque no lo tengo ni en palabras ni en hechos. Creo que las cosas solo empezarán a cambiar cuando nos detengamos a comprender esa querencia que se abre camino entre miles de obstáculos. De otro modo seguiremos girando en espiral. Y en esa espiral seguiremos asfixiando a los armiños que, ajenos a nuestros afanes, solo tratan de vivir en paz.

lunes, 7 de abril de 2008

El romance de las aguas que son ríos

-¿Vas camino de Lisboa, río abajo
o has podido guarecerte de la lluvia?
-Voy camino de Lisboa, rumbo al Fado,
a la vida reposada, las antípodas del Turia.

-¡No te marches, muchachilla, no te marches!

-Me marcho porque aquí hay polvo, polvaredas y chirríos,
porque aquí no escucho el agua, más que en días especiales,
como hoy.

-Quédate, muchachilla, invocaremos juntos el agua,
y, si ella no viene, aguardaremos hasta el rocío.

-Pero no. Cada pueblo tiene la lluvia que merece.
La de aquí tiene rabia contenida, ganas de fastidiar.
En Lisboa el agua te rodea y te rodean sus peces.

-Está bien, muchachilla, voy contigo.
No sé si tienes razón; al menos me has convencido.

-Te espero en Toledo, agarrada al gran meandro.
¡Me dejé arrastrar por el agua y salí del H&M
casi sin consciencia, Atocha abajo, hasta el Manzanares,
el Jarama, Aranjuez, bonita tierra... adiós a todos!

-Tras tu estela me zambullo, tras tu espuma aún reciente,
de burbujas redondas de plata. ¡Espérame, no lo olvides!