sábado, 14 de abril de 2012

Elefantes


Reniego de los elefantócratas. Reniego de casi todos los defensores de la República en España porque asocian muy erróneamente república con "izquierdas", y esto es un error de base de categoría A+++ especial.

Reniego de muchos de ellos pues, al tiempo que anhelan y luchan a su modo por el advenimiento de una 3.ª República, defienden (veladamente o con entusiasmo) pasados regímenes políticos que no puedo más que rechazar virulentamente. Y los rechazo por su raíz y por sus consecuencias.
  1. Por su raíz, esto es, por ser vástagos del idealismo en su peor sentido, que germinó en el siglo XIX y se materializó de modo extremado en el XX, pariendo regímenes de iluminados que dieron lugar sin excepción al inevitable partido único. Regímenes radicalmente antidemocráticos en los que, sin una sola excepción, un puñado de personas, los jefes de ese partido, tomaban todas y cada una de las decisiones. Y estas decisiones abarcaban la propia política, la administración del Estado, la economía, la educación, la cultura (elemento esencial en cualquier régimen de partido único que se precie), el deporte... en fin, solo quedaba un pequeño resquicio, el de las relaciones personales, que se desenvolvía con muchas dificultades. Para muestra, un botón: La vida de los otros.
  2. Por sus consecuencias: el mayor número de muertes, persecuciones y atrocidades de todo tipo que se dieron en el siglo XX, en todos los países donde dichos sistemas, republicanos a su modo, se instauraron. Y esto es mucho decir, ya se sabe, porque la comparación inevitable es el señor Adolfo con su bigotito, sus SS y sus planes de exterminio. De Corea del Norte a Cuba, pasando por China, la U.R.S.S., los países de Europa del Este (invadidos por Iosif el Terrible), Camboya y otro puñado de países que se embarcaron en esa aventura espantosa que fue el comunismo. El comunismo de la revolución cultural de Mao, del adoctrinamiento brutal y sin contemplaciones, de Pol-Pot, del gulag y los viajes a Siberia, de los tanques recorriendo las calles de Praga, de las pateras cubanas, de tantas y tantas desgracias.
Además, en materia de libertades individuales, de civismo, de funcionamiento relativamente óptimo de la sociedad, se cuentan algunas monarquías europeas con muchos años de indudable y profundo talante democrático, que han sido y siguen siendo ejemplo de libertades para el mundo entero, como los Países Bajos. Es decir, no entiendo ni comparto la doble asociación monarquía/democracia imperfecta y república/democracia perfecta.

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Dicho esto, los varones de la actual familia real española, que por azares más o menos evitables ha dado en ocupar cierto número de palacios y otros inmuebles exclusivos, siguen mostrando una afición por las armas difícilmente entendible y muy poco adecuada a los tiempos que corren, a pesar de su pertinaz e histórica desgracia en dichos asuntos.

Para empezar, no deberían permitir utilizar armas a niños menores de edad que no parecen tener muchas luces, al menos en el manejo de los gatillos y los cartuchos. Quizá esos niños sean en el futuro lumbreras en geometría no euclidiana o en decoración de interiores pero quizá deberían dejar bien guardadas las pistolas y las escopetas, y colgárselas únicamente para ser retratados en algún salón palaciego.

La afición a la caza de los varones borbónicos provoca en muchas personas un profundo y justificado rechazo. En particular, este tipo de cacerías exclusivas resulta por completo fuera de lugar, por varios motivos:
  1. La caza de grandes mamíferos africanos es obsoleta, casposa hasta decir basta, estéticamente muy fea (no hay más que ver la foto, tomada en 2006), de imposible justificación en el mundo que se nos viene, ciega y estúpida, y además recuerda a Tarzán y sus tontadas con los cocodrilos y su bendita madre.
  2. Los elefantes tienen ya bastantes problemas en las pocas áreas del continente africano donde aún pueden vivir en condiciones de semilibertad, para que venga un señor ya entrado en la ancianidad a disparar a algún ejemplar que posiblemente le han colocado certeramente para que no se le escape el tiro y hiera a alguien. Imagino que el rifle será de buenísima calidad. Algo también feo y triste. No vale la excusa de que es un ingreso que revierte en la economía de la zona, porque a todos se nos ocurren maneras más interesantes de gastarse el dineral que debe costar un viajecito de estos.
  3. El señor que acompaña a su majestad es Don Johnson o se parece mucho a él, y esto es lo peor de todo porque nos retrotrae inconscientemente a los años ochenta y sus peinados y a los paseos por las playas de Miami.
Quizá este señor cazaor está buscando una reacción masiva por parte de la sociedad española para ser defenestrado y ceder el trono a su esposa, que parece una persona bastante más sensata y, por lo que tengo entendido, es vegetariana (¿qué pensará de estos eventos cinegéticos?); quizá desea ser desalojado, poder retirarse cómodamente (él y su familia) con una buena excusa y olvidarse así de los problemas futuros, que se adivinan peliagudos.

Si es así, no seré yo quien llore por su marcha. Y bienvenida sea en ese caso una República. Pero llamémosla de nuevo Primera República, pues la 1.ª no paso de la fase de embrión y en la 2.ª reinó por encima de todo y desde el principio una enorme confusión, una exasperación que no condujo a nada bueno y una violencia extrema que velaron las pocas cosas interesantes que hubo tiempo de poner en marcha.

Anhelemos una República de las buenas, donde las personas queden por encima de las ideas, donde primen los valores democráticos, la conciencia cívica, las actitudes positivas, las buenas conductas, la libertad del individuo en su circunstancia social y, por encima de todo, el respeto por el entorno natural y por todos sus habitantes, salvo algunos chupópteros profesionales, ciertos virus sociales y un buen número de perniciosas bacterias políticas que deberíamos exterminar sin contemplaciones. Eso sin olvidarnos del obligado adoctrinamiento musical de las masas populares, este sí al más puro estilo maoísta, con el fin de que de una vez por todas se sepa quién fue y por qué merecen nuestro respeto figuras como Gaspar Sanz, J. S. Bach, Franz Listz, Maurice Ravel, Francis Poulenc y muchos otros, que falta nos hace.

Y hablando de música, una recomendación para el residente esporádico del Palacio de la Zarzuela: la misa para la paz de Karl Jenkins (2000). Basta con disponer de un diván o sillón cómodo y un poco de tiempo para escuchar el coro, que empieza al cabo de un rato: