viernes, 11 de octubre de 2013

El manantial

Esta mañana he escuchado un eco. Decía así: «¡Hay que distinguir las voces del eco!»


Basta encender cualquier aparato electrónico para empezar a recibir una multitud enmarañada de ecos provenientes de no se sabe dónde. Cientos, miles de ellos nos llegan simultáneamente y de todas las direcciones posibles. Pero, ¿dónde están las voces originales? Nadie sabe, nadie contesta, salvo la voz robotizada de un mensaje pregrabado.

Si deseamos escaparnos de esta confusión, recomiendo vivamente «serenar la sien del pensamiento», en palabras de Miguel Hernández (aunque sus pesares eran de amores, también nos valen). Este trabajo consiste en retirarnos a un lugar tranquilo, a ser posible sin aparatos electrónicos, y tratar de organizar un poco el maremagnum mental que tantos ceros y unos provocan en nuestra cabeza.

Una vez encontrado el lugar de retiro, la tarea es bien simple: escúchate a ti misma, indágate por dentro, explórate sin miedo. No te preocupes por los moscardones, aguiluchos o musarañas que encuentres en tus cavernas; sigue adentrándote. Con algo de dedicación, cada día avanzarás un poco más. Y con el tiempo, quizá, antes del fin de tus días puede que encuentres el manantial que has estado buscando. Creo que el hallazgo bien merece el esfuerzo. Ánimo.