lunes, 1 de septiembre de 2014

El drama del nacionalismo: corazones sepultados


El gran drama del nacionalismo lo conforman los cientos de miles de catalanes y catalanas que proceden de otras regiones del estado español y llevan viviendo allí decenios, centenares de años quizá. He conocido varios y ya sospechaba algo de esto cuando veía que los hijos y nietas de murcianos, andaluces o manchegos mostraban con harta frecuencia más "sentimiento" nacionalista que los catalanes viejos. Ahora parece claro que tal "sentimiento" procede de un nunca reconocido complejo de inferioridad.

Los catalanes y catalanas de antepasados no catalanes se encuentran obligatoriamente en una coyuntura personal de difícil arreglo: las raíces de su árbol genealógico se hunden en un territorio que es visto como ajeno, lejano e incluso extraño. Se trata de un drama en toda regla, pues para que un murciano se sienta más catalán que el propio Tarradellas es preciso todo un suicidio silencioso de una parte de su ser: negar que una parte esencial de su misma persona ni es ni puede ser catalana; negar, en un penoso sacrificio antropológico, que tan valiosa es su raíz no catalana como sus adquiridos nutrientes catalanes. Es todo un ejercicio de barbarización.

Algunos plantan cara a esta espiral nacionalista y se rebelan contra ella, pero están en el bando perdedor. Al fin y al cabo, los catalanes o valencianos "de pura cepa" siempre se sentirán, como cualquier otro ser humano, orgullosos de su cultura, de su idioma, de sus canciones y de sus pintores, y siempre pensarán, abierta o calladamente, que son cuando menos un poquito mejores que los vecinos. Y son ellos los que manejan las instituciones. Nadie les podrá impedir que haya rótulos en su idioma, manifestaciones artísticas puramente valencianas, escuelas de chavales con valores cien por cien vascos, etc., pues la opinión casi unánime es que todo esto es bueno. Y tienen su razón. 

Pero sucede que los que no tienen raíces vernáculas también tienen su razón, tanto si se atreven a exponerla abiertamente como si tratan de deglutirla y hacerla desaparecer en un proceso digestivo que se me antoja complicado hasta decir basta.