miércoles, 14 de octubre de 2015

Las células grises

En plenos años ochenta, un joven profesor de álgebra en la facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid nos recomendaba una y otra vez utilizar las células grises para comprender la materia tratada. Y ahí nos veíamos unas cuantas docenas de estudiantes tratando de hacerle caso, aunque sin saber muy bien cómo se ponía en marcha ese mecanismo tan maravilloso que es el cerebro humano.

A estas alturas, sigo sin tener claro su funcionamiento, si bien lo intento una y otra vez, y creo que he aprendido algunas cosas al respecto: la importancia del genio; la mayor importancia del tesón, el trabajo, el esfuerzo; la inestimable ayuda de los hombros y cabezas de las personas que nos precedieron; lo perjudicial que resultan los mil y un prejuicios y condicionantes de todo tipo, que nos avasallan y nos impiden ver con claridad; y el reconocimiento de la libertad, sobre todo la libertad que nos damos a nosotros mismos para atrevernos con lo desconocido, lo incómodo, lo terrible, siempre que ello ayude, mucho o poco, a acercarnos a la realidad.

Sé que este terreno es demasiado filosófico para mis cortas capacidades, así que me limito a transcribir unas palabras de un reconocido premio Nóbel:

... con la Contrarreforma y el neotomismo, España y sus posesiones se cierran al mundo moderno. No tuvimos Ilustración porque no tuvimos Reforma ni un movimiento intelectual y religioso como el jansenismo francés. La civilización hispanoamericana es admirable por muchos conceptos pero... [...] ... A la larga esa construcción se volvió un encierro, una prisión. Los Estados Unidos son hijos de la Reforma y de la Ilustración. Nacieron bajo el signo de la crítica y la autocrítica... [...] ... La crítica racionalista barrió el cielo ideológico y lo limpió de mitos y creencias...

Más adelante:

... La Edad Moderna comienza con la crítica de los primeros principios; la neoescolástica se propuso defender esos principios y demostrar su carácter necesario, eterno e intocable. Aunque en el siglo XVIII esta filosofía se desvaneció en el horizonte intelectual de América Latina, las actitudes y los hábitos que le eran consustanciales han persistido hasta nuestros días. Nuestros intelectuales han abrazado sucesivamente el liberalismo, el positivismo y ahora el marxismo leninismo; sin embargo... [...] ... no es difícil advertir, ocultas pero vivas, las actitudes psicológicas y morales de los antiguos campeones de la neoescolástica...

Más adelante:

Desde la segunda mitad del siglo XVIII las nuevas ideas penetraron, lentamente y con timidez, en España y en sus posesiones ultramarinas. En la lengua española tenemos una palabra que expresa muy bien la índole de ese movimiento, su inspiración original y su limitación: europeizar. La renovación del mundo hispánico, su modernización, no podía brotar de la implantación de principios propios y elaborados por nosotros sino de la adopción de ideas ajenas, las de la Ilustración europea...

Más adelante:

... Las revoluciones de Francia y los Estados Unidos fueron la consecuencia de la evolución histórica de ambas naciones; los movimientos latinoamericanos se limitaron a adoptar doctrinas y programas ajenos. Subrayo: adoptar, no adaptar. En América Latina no existía la tradición intelectual que, desde la Reforma y la Ilustración, había formado las conciencias y las mentes de las élites francesas y norteamericanas... [...] ... Entre los grupos revolucionarios de Francia y sus ideas había una relación orgánica y lo mismo puede decirse de la revolución norteamericana; entre nosotros, las ideas no se correspondían a las clases. Las ideas tuvieron una función de máscara; así se convirtieron en una ideología, en el sentido negativo de esta palabra, es decir, en velos que interceptan y desfiguran la percepción de la realidad...

Los párrafos anteriores, escritos alrededor de 1980, son extractos de un ensayo de Octavio Paz titulado Tiempo nublado. En el último capítulo hace un magnífico resumen de la historia reciente de Polonia, tan claro para entender el funcionamiento del denominado "bloque soviético" que aconsejo vivamente su lectura a cualquier persona interesada. En la segunda parte del ensayo, Octavio critica con claridad cristalina la incomprensible postura de tantos y tantos "intelectuales" occidentales y latinoamericanos que durante muchos decenios simpatizaron, apoyaron (de palabra y en ocasiones de hecho) y justificaron las terribles noticias que llegaban de los países donde, supuestamente, había triunfado la "revolución". El escritor mexicano advertía ya entonces, hace 35 años, que había síntomas esperanzadores y que mucha de esa "intelectualidad" se había alejado ya o empezaba a alejarse de la defensa a ultranza de los años 50 y 60, si bien ese proceso no había terminado en absoluto.

Y ahora, la ronda de cuestiones. Todas terminan en un porqué:
  • En España ─y, me temo, en muchos países Latinoamericanos─, adversario político es sinónimo de «odiado-enemigo-presuntodelincuente-criminal». No se ve al adversario político como un elemento necesario para el normal funcionamiento del sistema, ni se tiene la más mínima intención de comprender los fundamentos, las razones, las causas del pensamiento diferente.
  • En España ─y, me temo, en muchos países Latinoamericanos─, tenemos profundamente arraigado el espíritu de caudillaje. Más que personas competences al servicio del Estado que nos hagan participar y que trabajen al servicio de la comunidad, buscamos caudillos en los que depositar nuestra confianza y que nos permitan descansar plácidamente durante toda una legislatura.
  • En casi toda Latinoamérica, en España y en otros países europeos, los sectores autodenominados «progresistas» o «de izquierdas» siguen viendo con enorme simpatía todos los regímenes dictatoriales o semidictatoriales que se cuelgan el título de «revolucionarios»: Nicaragua sandinista, Cuba castrista, Venezuela chavista...
  • En España aún no hemos comprendido cabalmente la importancia de disponer de un sistema judicial independiente. Cada vez que hay una causa judicial con políticos involucrados, una parte de la población se posiciona automáticamente a favor y otra en contra de la instancia judicial, ya sea para apoyar una condena que consideran obvia y necesaria, o bien para censurar acaloradamente el atrevimiento de dicha instancia judicial por condenar a tal o cual persona. Es decir: aún no hemos entendido en absoluto la noción básica de la separación de poderes en partes independientes. 
  • Hasta ahora, en España y en muchos países latinoamericanos, los partidos políticos, que se supone debían ser ejemplos de funcionamiento democrático, han sido más bien ejemplos de lo contrario: por un lado, más que la libre discusión de ideas y opiniones, han circulado el caudillismo y el servilismo más descorazonadores; por otro, el funcionamiento interno de los partidos ha sido (casi siempre) cualquier cosa menos democrático.
  • Cuarenta años de convivencia democrática en la península ibérica no han sido suficientes para que arraigue de verdad el espíritu de convivencia y de respeto mutuo que va íntimamente ligado a las auténticas democracias, ya sean repúblicas o monarquías constitucionales. La cuestión es si harán falta otros cuarenta años para terminar de afianzar el proceso.
Reflexión final: los movimientos populares que han surgido en algunos lugares de Europa, principalmente España y Grecia, combinan de modo casi mágico aspectos que resultan modernos o «actuales» (como la participación social, la importancia de las redes sociales, la horizontalidad, la supuesta transparencia, etc.) con otros aspectos que no son más que una reformulación, mediante un lenguaje del siglo XXI, de viejos (viejísimos) y oxidados principios, que se pueden resumir en un eslogan: ¡vamos a la revolución, compañer@s! Un ejemplo concreto: la adoración que sienten por la estatalización de los distintos sectores y actividades económicas.